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Mostrando entradas de septiembre, 2013

El último tren

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Aseguro que se puede vivir sin tomar decisiones. Yo vivo así y tengo más de cincuenta años. Podríamos discutir qué clase de vida es una vida sin decisiones pero no es el objetivo de esta entrada, no creo necesario defender mi vida, no hace falta, buena o mala es mi vida y soy quien debe sobrellevarla cada día. Sólo quiero dejar un testimonio. Sé que a nadie le servirá, pero también sé que habrá una persona que me leerá con atención, aunque con cierta tristeza. Me dirán con toda razón que todos tomamos decenas de pequeñas decisiones diariamente, pero no me refiero a esas decisiones obligatorias y casi intrascendentes, me refiero a las decisiones que no tienen vuelta atrás, a las decisiones que cambian la vida. Como todo lo demás, evitar las decisiones va dejando una impronta. A esta altura esa impronta es una marca de personalidad. También me dirán que no decidir es un tipo sutil de decisión, la decisión de no cambiar. Si nos ponemos estrictos tengo que estar de acuerdo, pero no creo qu

Reflexiones de un tipo con tiempo - una visión particular del amor

La verdad no debiera sacarle romanticismo a la vida, al contrario, la verdad legitima al romanticismo. ¿Qué significa amar sino es amar a alguien real? Es inevitable enamorarse de un héroe, pero no es amor verdadero. Lo extraordinario y lo mágico es enamorarse de alguien real, es una rara experiencia, es un amor que se siente en los huesos, en los músculos, en cada célula. Es un amor que redime, que da sentido. Yo creo que hay una concepción excesivamente romántica del amor. El amor verdadero es más simple y tiene que ver con cosas reales. Para mí el amor es confianza e incondicionalidad, es entenderlo todo, es sentirse uno con el otro, es familiaridad y es deseo. Sus dolores son mis dolores, sus alegrías mis alegrías. Es ver los defectos del otro, quizá enojarse por ellos, reñir, pelear, pero con la certeza que jamás se lo abandonaría. Es saber que la persona no es perfecta, pero es sentir que es perfecta para uno. Yo creo que el amor verdadero tiene más de amor de padre y de madre qu

Relaciones D/s

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No descubro nada nuevo si digo que el atractivo determinante de las relaciones D/s es la transferencia de poder que en ellas se acuerda. Ahí radica su magnetismo y fundamentalmente ahí. Por lo demás incluyen, en ocasiones, relaciones sexuales algo extremas, pero esa no es la diferencia. En toda relación humana la lucha de poder se produce constantemente. Las luchas entre los miembros de las parejas tradicionales por elegir el lugar de vacaciones, la lucha de los padres por imponer sus valores sus hijos y la de los hijos en su humana rebeldía, los jefes por consolidar su autoridad y los empleados por preservar su margen de maniobra, en cada relación subyace una pelea por el poder. También en las relaciones sexuales hay invariablemente un activo y un pasivo, un dominante y un sumiso hablando en términos bedesemeseros. El ser humano ansía sentir el poder, quiere sentirse poderoso, inclusive hasta en cuestiones en que ese poder es innecesario. Las D/s son el tipo de relación dónde el poder

La irrenunciable esencia

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“Existe una vieja fábula que cuenta que un escorpión le pidió a una rana que lo transportase a través de un arroyo. La rana se negó, diciendo que temía que el escorpión la picase, pero éste le aseguró que no haría tal cosa. “Después de todo”, le dijo, “ambos pereceríamos si yo te picara”. En vista de ello la rana aceptó. Sin embargo, a medio camino de la travesía del arroyo el escorpión le clavó su letal aguijón. “¿Por qué lo hiciste?”, preguntó la rana mientras ambos se hundían bajo la superficie. "No pude evitarlo, es mi naturaleza”, contestó el escorpión.” Es extraordinaria la metáfora. Sólo tenemos algo a lo que no podemos renunciar: nuestra esencia, nuestra naturaleza. No hay forma de hacerlo, porque eso somos. Es lo único en que podemos confiar y en lo único en que somos confiables, inclusive en lo malo. Hay cosas que haremos siempre mal, en eso también se puede confiar. La esencia tiene muchas aristas, no todas para enorgullecerse. La esencia es inmune a los razonamientos m

Después de los setenta años, prisión domiciliaria

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Algo bueno tenía que tener venirse viejo. En este país si cometes un delito y tienes más de setenta te dejan purgar la condena en tu casa. Me faltan quince todavía pero nunca se sabe. No sé si voy a delinquir, pero es seguro que en quince años tendré setenta –si llego, claro- una barbaridad. ¡Cómo pasa el tiempo! Me pregunto qué hice todos estos años y no quiero responderme. Dentro de quince años una niña que nazca hoy se estará preparando para su “cumpleaños de quince” y cuando termine la fiesta todavía tendrá toda una vida por delante, todo por hacer. Alguien que hoy tiene cuarenta y dos años tendrá cincuenta y siete, casi como yo ahora que me siento joven. Que no me jodan con que la juventud se lleva en el alma. Eso se dice sólo si se es joven. Uno tiende a ser más comprensivo y ecuánime cuando las cosas no le suceden y cuando se es joven la vejez es sólo una idea lejana. Es lo que hay , como dice una mujer muy buena y muy querida por mí.

Sobran las palabras

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Abusamos de las palabras. Yo soy el presidente de ese club de abusadores. No tiene sentido pedir. Nada auténtico se obtiene pidiendo. No tiene sentido preguntar. Ninguna respuesta importante se obtiene preguntando. Alcanza con sentir, sentir sin analizar, sentir únicamente, confiar en la respuesta del cuerpo. Ni indulgente ni crítico, neutro, mente en blanco si fuera posible. Las palabras confunden, nos confunden. “No digas nada, no preguntes nada. Cuando quieras hablar, quédate mudo: que un silencio sin fin sea tu escudo y al mismo tiempo tu perfecta espada. N o llames si la puerta está cerrada, no llores si el dolor es más agudo, no cantes si el camino es menos rudo, no interrogues sino con la mirada.  Y en la calma profunda y transparente que poco a poco y silenciosamente inundará tu pecho de este modo, sentirás el latido enamorado con que tu corazón recuperado te irá diciendo todo, todo, todo.”

Memorias de una top model (final)

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Se despidieron con un abrazo protocolar y prometieron mantener el contacto. Ambos sabían que no lo cumplirían pero era lo adecuado entre gente civilizada. Ciertas hipocresías son muy necesarias. La mujer de largas piernas y andar sensual le dio la espalda por última vez. El hombre del libro se derrumbó sobre el sillón de caña y mimbre. ¿Se siente bien señor?, preguntó el camarero. Muy bien, respondió poco convencido. Sabía por experiencia que le aguardaba un tiempo difícil. Sabía que debía desandar los caminos de la ilusión, desarmar los castillos que construyó apresurado. ¿Quién dijo que sirve la experiencia? Sentía dolor en estado puro. No había enojo, no había decepción, no había miedo. No había nada que reprochar, ni que reprocharse. Al menos se había intentado. Siempre había sido respetuoso de las reglas del juego y sabía cuándo había perdido. No había lugar para la queja. Demasiadas veces había gritado inútilmente en el desierto como para volver a probar una vez más. El tiempo