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Mostrando entradas de agosto, 2013

Elecciones

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No somos dueños de nuestras elecciones. Sabemos que no somos libres, pero no sabemos hasta que punto. Es razonable pensar que nuestra libertad está acotada por las circunstancias de la vida. Somos seres sociales que vivimos en sociedad y nos adaptamos a sus normas. Pero, fuera de esa necesaria sumisión a las leyes y a las costumbres, estamos convencidos que nuestras elecciones personales son completamente libres. Mentira. Nuestras elecciones no son libres. No elegimos casi nada. No elige el ego con el que nos identificamos, no elige ese yo racional que creemos ser. Eligen las emociones, elige la historia personal, eligen las circunstancias, eligen los miedos, no elegimos nosotros, nunca elegimos. Después que la elección está hecha -no por nosotros-, buscamos argumentos racionales que la respalden  y entonces pasamos a creer que la elección fue fruto de nuestra razón. Claro que podemos elegir cosas menores, el color de la camisa, la marca de cigarrillos, el club de fútbol, etc. Desde la

Confianza

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La confianza es quizá el único ingrediente imprescindible en todo vínculo profundo. Ser confiable implica, en mi opinión, ser previsible. Yo creo que confiar en alguien significa “saber” qué hará, cuáles son sus límites, cuáles sus debilidades. Nadie tiene que ser perfecto para poder ser confiable. Nadie debería creer que sólo los héroes inmaculados son dignos de confianza. Somos humanos, no puede esperarse heroísmo de nosotros. De algunos sí, pero no son mayoría. Como somos humanos y por lo tanto imperfectos, la dimensión de la confianza nunca es completa. Podemos ser confiables/previsibles en algunas cosas y no en otras, sin que ello degrade a esa virtud. Totalmente confiables en cuestiones profesionales y no en cuestiones amorosas, o en otras cuestiones, o al revés. En el plano sentimental -y en este punto mucho más que en cualquier otro sé que mi opinión está fuertemente influida por mis debilidades-, confiar es creer que jamás nos dañarían –al menos en forma consciente- y que jamá

SOLOS EN LA MADRUGADA

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Mi memoria es pésima, páginas enteras de mi vida son sólo fotografías borrosas en un arcón húmedo y olvidado, pero inexplicablemente retengo segundos insustanciales como si estuviesen grabados a fuego. Recuerdo en particular un pasaje de SOLOS EN LA MADRUGADA. Mirándose a un espejo José Sacristán reflexiona: “Un espíritu tan exquisito en un envase de pena” Haría mías las palabras de Sacristán, si tuviese un espíritu exquisito, claro ...

Querer es poder...y una porra! (*)

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(*) El título es fruto de la síntesis de   Inmagina (Territorio sin dueño)   www.patchworkdeideas.blogspot.com Me gustan las citas y las frases. Muchas son síntesis perfectas de verdades ancestrales, incontrastables, perennes. Otras tienen un valor más relativo, no pretendo decir que no sean ciertas, sólo digo que no son aplicables en todos los casos, ni a todas las personas. “ Querer es poder ” es una de ellas. Funciona para temas menores, pero es inaceptable darle validez universal. Son tantas las limitaciones personales, tantas las cadenas invisibles que impiden el movimiento, tantas los intentos fallidos que como imanes atraen hacia la inacción, tantos los miedos que inmovilizan, son tan hondas las grietas que deberían ser saltadas y tan estrechos los desfiladeros, son tan pocas las redes y tan altos los trampolines, que suponer que la voluntad o la comodidad son los únicos impedimentos para tomar una decisión, es una visión excesivamente simplista de una realidad excesivamente com

Caballeros andantes y boinas verdes

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Cada uno lleva su armadura, algunos una muy gruesa, otros llevan una casi imperceptible, depende de la fragilidad de quien la porte. Cuánto más débil el caballero, más fuerte debe ser la armadura. Mi armadura es la del Caballero Negro, fuerte, pesada, impactante a la vista, pero poco efectiva. Consiste en la estrategia de racionalizar. Me engaño pensando que si puedo entender, que si puedo intelectualizar, que si puedo adelantarme, la realidad no me lastimará y si lo hace el dolor será menor. Anticipo que no da resultado. Ante ciertas emociones, ante ciertos sufrimientos no hay armadura posible. No importan las previsiones que se hayan tomado, no importa que se conozca de antemano la talla del contrincante, la caída es inevitable y devastadora. Quisiera ser un boina verde, un Rambo. Esos tipos preparados para salir adelante en cualquier circunstancia. Hombres de acero, indestructibles, inexpugnables. Podrían sobrevivir en el selva sólo con un cuchillo, nada más necesitan. Yo no podría

Sólo puede traicionarnos aquel en quien confiamos

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Es una obviedad, ¿cómo podría traicionarnos alguien en quien no confiamos? Si no creemos en él, si jamás hemos puesto  nuestra esperanza en su corazón es imposible que pueda traicionarnos. Si no hay confianza ciega no hay traición posible. Un cualquiera puede perjudicarnos, puede arruinarnos la vida, puede matarnos, pero no puede traicionarnos. La traición está reservada sólo para aquel en quien se confía ciegamente, es sólo posible si antes se ha abierto el corazón, es sólo posible si se ama verdaderamente. Feliz quien puede ser traicionado, porque ha encontrado a alguien en quien depositar toda su esperanza.

Lo que tiene que ser, será...

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Cuando escuché esa cita por primera vez la interpreté como una sentencia mística que significaba que todo aquello que estuviese “destinado” a concretarse se concretaría. Me gustó esa idea esperanzada pero no pude creer en ella -muy a mi pesar- porque no creo en la existencia de un plan maestro. Hoy sí creo, pero desde una perspectiva racional. Entiendo que aquello que reúne las condiciones para producirse, salvo una fatalidad, se producirá finalmente, aquellas almas afines que casualmente se han encontrado terminarán juntas sus días. No es destino, ni es magia, ni es azar, es cuestión de lógica pura. Así sí me esperanza, así sí  lo que tiene que ser, será .

La suma de todos los miedos

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Leí una vez que todos los miedos se resumen en uno sólo: EL MIEDO AL SUFRIMIENTO. Los que nos criamos sin grandes problemas somos más blandos y por lo tanto débiles ante el sufrimiento. Alguna vez se me dio por plantar semillas de árboles –tengo ese tipo de excentricidades inofensivas y otras que no lo son tanto-. Los árboles que crecían a la intemperie desarrollaban inmediatamente resistencia al mal tiempo, al viento, al frío, al sol excesivo. Aquellos que crecían dentro de una habitación cálida, sufrían enormemente cuando se los sacaba de allí. Así creo que somos las personas. No pretendo endilgarle a la crianza toda la responsabilidad sobre el carácter, mucho tienen que ver la esencia, lo que traemos o no traemos en el ADN. En mi opinión, lo más determinante de la carga genética es la valentía. El miedo es el máximo freno a vivir la vida que se desea y vivir la vida que se desea hace a la felicidad. La felicidad es para los valientes. Yo admiro a las personas valientes. Si tuviese

Felicidad, valentía, sabiduría

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La felicidad permanente es para los espirituales. Muchas veces he escrito –aunque debo reconocer que el hecho de haberlo repetido una infinidad de veces no lo vuelve cierto- que felicidad no es el superlativo de alegría. La alegría, ese estado tan lindo y tan efímero, poco tiene que ver con la felicidad verdadera. En mi opinión la felicidad real es prima hermana, o hermana, o hija, o directamente un clon de la paz interior. Felicidad y paz interior son sinónimos, a mi exclusivo juicio. Los que no nos hemos iluminado, los que no estamos ni cerca de comenzar el duro camino hacia el nirvana, podemos aspirar a conseguir un tipo de felicidad más humana, menos perfecta, pero que pone a quien la siente a orbitar la Tierra. El inconveniente es que la felicidad humana exige que se cumplan dos requisitos indispensables, es una felicidad sólo para los valientes y sólo para los sabios. Sólo los valientes pueden acceder a ella y sólo los sabios pueden conservarla. Conseguirla puede significar rom